Cuando Marina entró por primera vez a un Steakhouse en las afueras de california, recordó de inmediato a su
villana favorita Mia Wallace intentando
seducir a Vincent Vega en la famosa película Pulp Fiction . Recordó también el
concurso de twist country, a Chuck Berry en la banda sonora y la estética
hollywoodense del lugar. Recordó a Mia echándose en las narices una bolsa de coca que en realidad no era
cocaína sino heroína y que la hizo desmayarse ipso facto y votar espuma por la
boca, de ese pinchazo certero de Vincent que le devolvía
la respiración en plena agonía . Aquella larga secuencia de
acontecimientos le provocaba un
recuerdo confuso, la llenaba de vértigo,
Mia era una modelo a seguir, en
cierta forma quería ser como ella, pero estaba ahí en ese Steakhouse por un motivo bien preciso, quería juntar 7000 mil
dólares y largarse a los ángeles a
estudiar actuación, por eso necesitaba el empleo de camarera que le habían
ofrecido. Marina era bella, demasiado en
realidad y tenía un aire perverso en su
rostro, un aire parecido al de Mia Wallace, se preguntaba por qué Mia había
escogido vivir de esa manera, siendo la mujer de un criminal, desde luego
apoyaba su decisión en la medida que tenía todo lo que una mujer bella y
distinguida necesitaba, esto era confort, dinero, protección; pero hubiera
preferido que no se echara esa sustancia
mortífera en la nariz y que Vincent Vega
se dejara de huevadas y la cogiera como dios manda. Sí, hubiera preferido eso,
que él se alejara con un recuerdo a la altura de la conversación en el
Steakhouse y no ese vuelco inesperado que casi acaba incluso con los
espectadores. Vincent sabía que no podía
ir más lejos de unas cuantas copas, Mia
era la esposa de su jefe, un hombre que si se enteraba se su traición lo
mandaría a matar o él mismo acabaría con su vida. Marina creía pertenecer a esa
clase de mujeres, mujeres fatales y hermosas que estaban destinadas a la
admiración y el temor de quienes se atrevieran a cruzar la línea de fuego.
Fragmento de la novela " Steakhouse" .
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